norteAhora que los estadounidenses han votado y las elecciones de 2024 han quedado atrás, es importante reflexionar sobre los valores fundamentales que definen a nuestra nación: libertad, liderazgo y democracia. Durante el año pasado, estos principios han sido desafiados por la continua captura de ciudadanos estadounidenses mantenidos como rehenes en Gaza. A pesar de la intensidad de su dolor, el tema ha estado notoriamente ausente del primer plano del debate político durante este ciclo electoral.
El 7 de octubre de 2023, los terroristas de Hamás violaron un acuerdo de alto el fuego y lanzaron un ataque no provocado que mató a 1.200 personas y secuestró a más de 250 personas, incluidos ciudadanos estadounidenses. Siete estadounidenses siguen retenidos como rehenes en Gaza. Entre los secuestrados estaban mis padres, Kady Hakkai y Judy Weinstein Hakkai. Durante tres meses agonizantes, oramos por su regreso sano y salvo, sólo para enterarnos en diciembre pasado de que fueron asesinados el 7 de octubre, sus cuerpos en la Gaza controlada por Hamás, y ni siquiera se nos negó una despedida adecuada.
Mis padres encarnaron los valores de la libertad y la justicia, vivieron por la libertad y la unidad. Ahora son tratados como moneda de cambio en Gaza. Ellos, junto con otros rehenes, soportaron condiciones inimaginables durante más de un año, y su sufrimiento, junto con el de sus familias, pasó prácticamente desapercibido. Esta omisión plantea una pregunta importante: ¿Adónde se han ido nuestros valores de libertad, democracia y humanidad?
Si no luchamos por su libertad, abandonaremos los mismos principios que nos definen como estadounidenses. Cada día que son capturados, capturados por terroristas sin tener en cuenta la vida humana, representa un fracaso de nuestro compromiso con los ideales estadounidenses. Libertad, justicia y unidad: los valores por los que vivían mis padres no eran meras palabras; Son promesas que nos hacemos a nosotros mismos y a los demás. No lograr traer a los rehenes a casa destruye esas promesas y nos convierte en una nación que abraza la injusticia.
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Normalizar tales atrocidades plantea una profunda amenaza al tejido moral de nuestra sociedad. Cada día que pasa sin que se tomen medidas concretas para liberar a estos rehenes inspira complacencia. Sugiere que el secuestro y el encarcelamiento prolongado de estadounidenses inocentes pueden quedar relegados a una mera nota a pie de página. Estos rehenes no son sólo estadísticas; Son padres, hijos, hijas, maridos y amigos. Su continuo cautiverio es una afrenta directa a los principios que decimos proteger. Si no se da prioridad a su liberación se corre el riesgo de erosionar los cimientos mismos de nuestra democracia.
Si no enfrentamos este problema ahora, cualquiera de nosotros puede ser el siguiente. Esta no es sólo una crisis humanitaria; Es una cuestión de responsabilidad nacional. No se puede permitir que el terrorismo funcione sin control. El alarmante aumento del antisemitismo y las justificaciones de las atrocidades cometidas el 7 de octubre ponen de relieve la erosión más amplia de los derechos humanos y la dignidad.
¿Dónde está la indignación? ¿Dónde están los dirigentes que exigen la liberación inmediata e incondicional de estos rehenes? La falta de una respuesta firme de nuestros líderes es un descuido flagrante que debe rectificarse. La liberación de todos los rehenes no es sólo un imperativo humanitario; Reafirma nuestro compromiso con los valores estadounidenses y es una prueba de nuestra determinación de ser un faro de libertad y justicia.
Debemos exigir que nuestros funcionarios electos den prioridad al regreso de nuestros compatriotas estadounidenses: mis padres y siete estadounidenses. Debemos hacerlos responsables de los principios que definen a nuestra nación.
La difícil situación de los rehenes estadounidenses en Gaza es un recordatorio de que nuestros valores son tan fuertes como nuestra voluntad de protegerlos. El mundo está mirando y la historia nos juzgará por cómo respondamos a este momento. No permitiremos que olviden su sufrimiento. Asegurémonos de que su liberación se convierta en una prioridad nacional, que refleje el verdadero espíritu de Estados Unidos, que no deja a nadie atrás.